Soliloquio




       

Las ratas nos producen terror y asco, como nosotros a ellas, supongo, pues no les gusta salir de las alcantarillas. Esta tarde cuando volvías a casa después de que te hubieran dado la noticia, junto a un contenedor, dándose un banquete, has visto a una de ellas. Ha girado la cabeza y apenas ha alterado sus planes tu presencia. Has permanecido allí un rato, a escasos metros de donde ella estaba, hasta que, imperturbable y descarada, ha vuelto a girar el cuello lentamente y ha fijado sus excéntricos ojos en los tuyos, y has reconocido en su cara la de ellos y un leve escalofrío ha recorrido, de arriba a abajo, tus huesos desgastados. 



Te la han vuelto a jugar tus compañeros. Al final lo consiguieron, has sido el elegido. Cuando tuviste que dejar Jaén, también fue duro. Haz la maleta. Te gusta esa mierda. ¿Recuerdas aquel ladrillo sobre Arzallus?,  parecía la Biblia. Operación Lobo, El árbol y las nueces, lo lees todo. ¿No querías caldo?, pues tres tazas. -Te vas a la sucursal de Durango- ha dicho el jefe.



No te digo que uses pañuelo palestino o que te pongas pendientes, pero olvida esos zapatos castellanos y los pantalones de pana. Unas zapatillas y unos vaqueros te vendrán bien. Eres un tipo vulgar, ¿quién  va a reparar en ti?  Solo eres un empleado de banca. Tras tu jornada laboral llegarás a casa, comerás y cuando hayas descansado bajarás a tomar café, comprarás tabaco y tendrás que volver porque te estarás cagando,  porque después del café siempre te entran ganas, y fumarás mientras lo haces. Lo que haces en Madrid lo harás allí, eres hombre de costumbres. ¿Costumbres? ¡Tienes que cambiar! No debes repetir horarios ni trayectos. Para ir al trabajo establece cinco o seis rutas distintas y ve cada día por una diferente, no vuelvas nunca a casa por la que fuiste a la oficina y altera el orden cada semana, la que hiciste un lunes no deberás hacerla el siguiente. 



No te fíes de nadie, quién no está metido ayuda como puede; los esconden en sus casas, pagan el impuesto revolucionario, pasan información. No frecuentes los bares del barrio, de las Erriko Tabernas ni hablamos. Ahí no entres ni para comprar cigarrillos cuando todo esté cerrado, que tú eres un cobarde y esos fulanos, como los perros, huelen el miedo. Imagina que están hablando de algo delicado y que te ven entrar, que se dan cuenta de que no eres de allí y que sospechan que has oído algo que no deberías haber oído; que empiezan entonces a hablar en voz baja y que mientras las monedas descienden lentamente hacia la caja de la máquina expendedora, forman un corro y empiezan a considerar la posibilidad de acabar contigo; que deciden hacerlo y  se acercan a ti y te acorralan como un grupo de hienas hambrientas, que clavan en tus ojos sus miradas feroces y entre todos te agarran y te tiran al suelo y te atan de pies y manos y te  tapan los ojos y la boca y te llevan al monte y te pegan un tiro. Tómate algo, una tila, una valeriana, algo. Has entrado en bucle y lo estás exagerando  todo. 



¿Y si conoces a una chica mona y a ella le gustas? Imagina que el padre es abertzale y que no soporta que ella esté con un maqueto, y que para librarse de ti le cuenta a esos pirados que eres guardia civil, o que eres un secreta que pretende infiltrarse en la banda. Olvídate, no vas a conocer a ninguna mujer, el sol es un extraño como tú en esas tierras, los días son lluviosos y fríos como la frente de un cadáver, los vascos apenas tienen vida social, pasan la mayor parte del tiempo encerrados en sus casas. Eso te conviene, evitaras esas reuniones sociales en las que uno acaba bebiendo más de la cuenta y cometiendo errores imperdonables.





Bastará con actuar como siempre lo hiciste, con pasar desapercibido. No será difícil, eres un tipo gris y aquello es como una pelicula en blanco y negro, encajarás en el paisaje. Nunca has sido un tipo que llame la atención, más bien todo lo contrario. Recuerda cuando eras joven y bajabas con los colegas a aquella discoteca; te acodabas en la barra y no dejabas de buscar la mirada cómplice de cualquier tía buena que se pusiera a tiro. Resultabas patético. Ponías cara de Steve Mcqueen, pero ellas te ignoraban, eran señales de humo en medio de un incendio. 



                Aún así, es un marrón. Es cierto que te apasiona el tema, pero prefieres vivirlo en la distancia, en las páginas de un libro a la sombra de los olivos de tu tierra, en los telediarios, en los periódicos. Una cosa es ponerte en los zapatos de Josu Ternera cuando te zambulles en un libro y otra, encontrarlo a tu lado mientras esperas en un semáforo. Podían haber enviado a García, que es un puto oficinista deprimido que solo tiene ganas de morirse.



No llores más. Vas a ir y, de paso, le vas a demostrar a esos del norte como trabaja la gente del sur,  que esos chicarrones, además de ser unos radicales, están llenos de prejuicios. 



Acuéstate, el tren sale temprano. Echa revistas y  un par cintas para el viaje, esas de Kortatu que le has pedido al vecino de las greñas, y así te vas haciendo a aquel ambiente. 



Si no puedes dormir, en lugar de contar ovejas, repasa mil veces la alineación del Athletic, por si acaso. Ya sabes, Zubizarreta, Urkiaga, Liceranzu, Goikoetxea, De la Fuente, Gallego, De Andrés, Urtubi, Dani, Sarabia y Argote. Y cuidado cuando vayas a ver al Madrid en San Mamés, porque es seguro que iras, que no se te note en la cara la alegría si marca Santillana. 


























































































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